Este año ha visto
celebrar el 40 aniversario de uno de los discos más influyentes y
más vendidos de todos los tiempos: The Dark Side of the Moon
de Pink Floyd. Todo ha sido dicho sobre este álbum y sus
creadores, se han relatado cientos de anécdotas relacionadas con su
grabación y aunque ya no queda nada nuevo que contar queremos
rendir nuestro pequeño homenaje recordando la historia detrás de
una de las canciones más emotivas del disco: The Great Gig in the
Sky.
A finales de 1971,
meses después del lanzamiento
de Meddle, Pink Floyd
pasaba por uno de los periodos más activos de su carrera. Entre
otras muchas cosas se avecinaba una gira por Reino Unido, Japón y
Estados Unidos y entre medias se habían comprometido a
realizar la banda sonora de la nueva película de Barbet Schroeder,
La vallée. Sin embargo, a
pesar, de la enorme carga de trabajo pendiente la banda empezaba ya a
sentir la necesidad de ofrecer algo nuevo al público y, por tanto,
la grabación de un nuevo disco. The Dark Side of the Moon
comenzó su gestación durante
un encuentro de la banda en la cocina de Nick Mason (batería). Roger
Waters, bajista y principal compositor del grupo tenía un boceto
para un nuevo álbum, algunas canciones todavía en borrador y
algunos riffs; también tenían en reserva una buena cantidad de
material inédito grabado en sesiones de ensayo anteriores. Sin
embargo nada de esto servía para dar unidad y forma al nuevo
trabajo. Durante aquella reunión se insistió mucho en la dificultad
de realizar un trabajo coherente ante la escasez de tiempo debido a
giras y demás compromisos, se habló del estrés y la presión a que
está sometida una banda de rock que pretende llegar a lo más
alto... esa presión mediática que acabó llevando finalmente a la
locura a Syd Barret, anterior líder de la banda. Estos temas
sirvieron como hilo conductor necesario para hilvanar todas las ideas
que iban surgiendo para el nuevo disco.
Unas
pocas semanas después de aquel encuentro una primera versión de la
nueva obra estaba terminada y lista para ser presentada en vivo en el
Rainbow Theatre de Londres. El proceso de grabación se extendió a
lo largo de todo el año 1972, con numerosas interrupciones debidas a
los compromisos de la banda. Durante la última fase de
grabación se vió que eran necesarios otros cuatro o cinco minutos
más de música para cerrar la cara A del disco. Se pensó que
aquella sección podría ser un intrumental por lo que Richard Wright
(teclados y voz) se sentó ante el piano y elaboró una progresión
de acordes para el nuevo tema que terminó gustando al resto de la
banda. Posteriormente se incluiría una sección rítmica, David
Gilmour (guitarra y voz) añadiría una slide guitar y para rematar
se decidió añadir una sección vocal. Aunque nadie tuvo en ningún
momento claro en que consistiría la parte cantada se siguió
adelante con aquella idea surgió, por tanto, el dilema de quién
interpretaría aquella dudosa sección vocal. En un primer momento se
pensó en Doris Troy, una cantante neoyorquina que ya había grabado
los coros para algunas canciones del disco. El ingeniero de sonido
asignado al proyecto, que no era ni más ni menos que Alan Parsons
recordó a una chica con la que había trabajado anteriormente en un
álbum de versiones, por lo que lanzó su sugerencia a la banda que
decidió dar una oportunidad a Clare Torry.
Un
contable de los estudios de Abbey Road se encargó de localizar a
Clare y citarla para una sesión de grabación conviniendo que la
única fecha en la que ambas partes podían cuadrar sus horarios era
el domingo 21 de enero entre las 7 y las 10 de la noche. Clare, que
por entonces era una menuda joven de 22 años que intentaba labrarse una
carrera como cantante solista, se presentó aquella noche de domingo
en los estudios de Abbey Road sin conocer practicamente nada de Pink
Floyd y sin la más remota idea de cual sería su cometido durante la
sesión de grabación. Una vez en los estudios se encontró con unos
Pink Floyd no muy locuaces, sólo David Gilmour charló con ella y la
guió durante el proceso de grabación. Le explicaron vagamente que
estaban grabando un álbum que hablaba sobre la vida y la muerte y
todo lo que hay entre medias y que tenían aquella canción con la
que no sabían muy bien que hacer. Para su sorpresa le informaron de
que la canción no tenía letra y que tenía que improvisar la parte
vocal.
Clare
entró nerviosa en la cabina de grabación y pidió que le pusieran
la canción para familiarizarse con ella. Al principio comenzó a
entonar frases del estilo "... oh baby, baby..." pero David
le indicó que no era eso lo que buscaban, si no, que querían una
canción sin palabras, le sugirieron notas más largas y que fuera lo
más emotiva posible. Clare se hizo poco a poco con la canción, pero
seguía sin saber que hacer, llegando a pensar que lo mejor era
dejarlo, dar las gracias a todos amablemente y largarse de allí.
Pero entonces se le ocurrió que podría usar su voz como si fuera un
instrumento, pidió que pusieran la canción otra vez desde el
principio y comenzó a entonar lamentos dejándose llevar inspirada
por su propia voz y el sútil eco que Alan Parsons transmitía a su
auriculares. Durante aquella sesión Clare Torry se superó a si
mima, nunca alcanzó notas tan altas, su voz sonó más negra que
nunca, y en un intervalo de apenas dos horas de ensayo logró una de las
interpretaciones más conmovedoras de toda la historia del rock.
Cuando
salió de la cabina de grabación fue avergonzada hasta la sala de
control donde pidió disculpas por haberse haberse apasionado
demasiado durante su interpretación. Los miembros de la banda con su
flema habitual ni siquiera fueron capaces de hacerle ver que
simplemente habían quedado maravillados con su trabajo. De hecho
Clare se fue de los estudios de Abbey Road pensando que nunca
incluirían su voz en aquel álbum.
The Dark Side of the
Moon salió a la venta el día
uno de marzo de 1973, lo que sucedió después forma parte inevitable
de la historia del rock. El disco permaneció durante años en las
listas de los más vendidos. Es imposible saber el número exacto de
copias vendidas en todo el mundo pero algunos estudios lo elevan
hasta algo más de 50 millones, lo que le convertiría en el tercer
álbum más vendido de la historia sólo por detrás de Black
in Black de AC/DC y del Thriller
de Michael
Jackson.
Semanas
después de su visita a Abbey Road mientras paseaba por Kings Road
Clare se fijó en el escaparate de una tienda de discos y vió un
póster enorme con el prisma y el espectro de luz y en letras grandes
las palabras PINK FLOYD NEW ALBUM. Entró en la tienda, preguntandose
si aquel sería el disco para el que había trabajado y,
efectivamente, miró la contraportada del disco y vió que su nombre
aparecía en los créditos, fue así, por casualidad, como se enteró
de que su voz había sido finalmente incluida en The Dark Side of
the Moon. Por sus dos horas de trabajo en aquel disco cobró 30
libras (EMI pagaba por entonces 7,50 libras por hora a los músicos de
sesión, a ella le pagaron el doble por tratarse de un domingo).
Está
claro que para muchos de nosotros es la aportación de Clare Torry lo
que da vida a The Great Gig in the Sky por lo que resulta
increíble que nunca se reconociera su autoría y aún más increíble
que ella tardara 31 años en emprender acciones legales contra la
discográfica EMI y Pink Floyd. Quizá, como ella comentó en alguna
ocasión, no fuera buena idea para una joven cantante empezar su
carrera demandando a los grupos para los que trabajaba. Pero lo
cierto es que en 2005 los juzgados le dieron la razón por lo que
desde entonces podemos ver, por fin, en las nuevas copias del disco
las palabras Wright/Torry junto al nombre de la canción.
Tampoco sería justo dar la impresión de que todo fue una historia
de enemistad con Pink Floyd. En los años siguientes entabló cierta
amistad con Roger Waters llegando incluso a colaborar en su disco
Radio Kaos y en 1990 se unió a la banda (por entonces ya sin
Roger) para actuar en el festival de Knebworth. Es aún más
sorprendente que Richard Wright y Clare Torry volvieran a encontrarse
en los 90 para regrabar la canción y usarla para el spot
publicitario de un analgésico, aquella vez la canción si que reportó suculentos dividendos por igual a ambos.
Ernesto Ruiz.