jueves, 30 de mayo de 2013

40 años de The Great Gig in the Sky


Este año ha visto celebrar el 40 aniversario de uno de los discos más influyentes y más vendidos de todos los tiempos: The Dark Side of the Moon de Pink Floyd. Todo ha sido dicho sobre este álbum y sus creadores, se han relatado cientos de anécdotas relacionadas con su grabación y aunque ya no queda nada nuevo que contar queremos rendir nuestro pequeño homenaje recordando la historia detrás de una de las canciones más emotivas del disco: The Great Gig in the Sky.

 


A finales de 1971, meses después del lanzamiento de Meddle, Pink Floyd pasaba por uno de los periodos más activos de su carrera. Entre otras muchas cosas se avecinaba una gira por Reino Unido, Japón y Estados Unidos y entre medias se habían comprometido a realizar la banda sonora de la nueva película de Barbet Schroeder, La vallée. Sin embargo, a pesar, de la enorme carga de trabajo pendiente la banda empezaba ya a sentir la necesidad de ofrecer algo nuevo al público y, por tanto, la grabación de un nuevo disco. The Dark Side of the Moon comenzó su gestación durante un encuentro de la banda en la cocina de Nick Mason (batería). Roger Waters, bajista y principal compositor del grupo tenía un boceto para un nuevo álbum, algunas canciones todavía en borrador y algunos riffs; también tenían en reserva una buena cantidad de material inédito grabado en sesiones de ensayo anteriores. Sin embargo nada de esto servía para dar unidad y forma al nuevo trabajo. Durante aquella reunión se insistió mucho en la dificultad de realizar un trabajo coherente ante la escasez de tiempo debido a giras y demás compromisos, se habló del estrés y la presión a que está sometida una banda de rock que pretende llegar a lo más alto... esa presión mediática que acabó llevando finalmente a la locura a Syd Barret, anterior líder de la banda. Estos temas sirvieron como hilo conductor necesario para hilvanar todas las ideas que iban surgiendo para el nuevo disco.

Unas pocas semanas después de aquel encuentro una primera versión de la nueva obra estaba terminada y lista para ser presentada en vivo en el Rainbow Theatre de Londres. El proceso de grabación se extendió a lo largo de todo el año 1972, con numerosas interrupciones debidas a los compromisos de la banda. Durante la última fase de grabación se vió que eran necesarios otros cuatro o cinco minutos más de música para cerrar la cara A del disco. Se pensó que aquella sección podría ser un intrumental por lo que Richard Wright (teclados y voz) se sentó ante el piano y elaboró una progresión de acordes para el nuevo tema que terminó gustando al resto de la banda. Posteriormente se incluiría una sección rítmica, David Gilmour (guitarra y voz) añadiría una slide guitar y para rematar se decidió añadir una sección vocal. Aunque nadie tuvo en ningún momento claro en que consistiría la parte cantada se siguió adelante con aquella idea surgió, por tanto, el dilema de quién interpretaría aquella dudosa sección vocal. En un primer momento se pensó en Doris Troy, una cantante neoyorquina que ya había grabado los coros para algunas canciones del disco. El ingeniero de sonido asignado al proyecto, que no era ni más ni menos que Alan Parsons recordó a una chica con la que había trabajado anteriormente en un álbum de versiones, por lo que lanzó su sugerencia a la banda que decidió dar una oportunidad a Clare Torry.
 
Un contable de los estudios de Abbey Road se encargó de localizar a Clare y citarla para una sesión de grabación conviniendo que la única fecha en la que ambas partes podían cuadrar sus horarios era el domingo 21 de enero entre las 7 y las 10 de la noche. Clare, que por entonces era una menuda joven de 22 años que intentaba labrarse una carrera como cantante solista, se presentó aquella noche de domingo en los estudios de Abbey Road sin conocer practicamente nada de Pink Floyd y sin la más remota idea de cual sería su cometido durante la sesión de grabación. Una vez en los estudios se encontró con unos Pink Floyd no muy locuaces, sólo David Gilmour charló con ella y la guió durante el proceso de grabación. Le explicaron vagamente que estaban grabando un álbum que hablaba sobre la vida y la muerte y todo lo que hay entre medias y que tenían aquella canción con la que no sabían muy bien que hacer. Para su sorpresa le informaron de que la canción no tenía letra y que tenía que improvisar la parte vocal.

Clare entró nerviosa en la cabina de grabación y pidió que le pusieran la canción para familiarizarse con ella. Al principio comenzó a entonar frases del estilo "... oh baby, baby..." pero David le indicó que no era eso lo que buscaban, si no, que querían una canción sin palabras, le sugirieron notas más largas y que fuera lo más emotiva posible. Clare se hizo poco a poco con la canción, pero seguía sin saber que hacer, llegando a pensar que lo mejor era dejarlo, dar las gracias a todos amablemente y largarse de allí. Pero entonces se le ocurrió que podría usar su voz como si fuera un instrumento, pidió que pusieran la canción otra vez desde el principio y comenzó a entonar lamentos dejándose llevar inspirada por su propia voz y el sútil eco que Alan Parsons transmitía a su auriculares. Durante aquella sesión Clare Torry se superó a si mima, nunca alcanzó notas tan altas, su voz sonó más negra que nunca, y en un intervalo de apenas dos horas de ensayo logró una de las interpretaciones más conmovedoras de toda la historia del rock.
 
Cuando salió de la cabina de grabación fue avergonzada hasta la sala de control donde pidió disculpas por haberse haberse apasionado demasiado durante su interpretación. Los miembros de la banda con su flema habitual ni siquiera fueron capaces de hacerle ver que simplemente habían quedado maravillados con su trabajo. De hecho Clare se fue de los estudios de Abbey Road pensando que nunca incluirían su voz en aquel álbum.
 
The Dark Side of the Moon salió a la venta el día uno de marzo de 1973, lo que sucedió después forma parte inevitable de la historia del rock. El disco permaneció durante años en las listas de los más vendidos. Es imposible saber el número exacto de copias vendidas en todo el mundo pero algunos estudios lo elevan hasta algo más de 50 millones, lo que le convertiría en el tercer álbum más vendido de la historia sólo por detrás de Black in Black de AC/DC y del Thriller de Michael Jackson.
 
Semanas después de su visita a Abbey Road mientras paseaba por Kings Road Clare se fijó en el escaparate de una tienda de discos y vió un póster enorme con el prisma y el espectro de luz y en letras grandes las palabras PINK FLOYD NEW ALBUM. Entró en la tienda, preguntandose si aquel sería el disco para el que había trabajado y, efectivamente, miró la contraportada del disco y vió que su nombre aparecía en los créditos, fue así, por casualidad, como se enteró de que su voz había sido finalmente incluida en The Dark Side of the Moon. Por sus dos horas de trabajo en aquel disco cobró 30 libras (EMI pagaba por entonces 7,50 libras por hora a los músicos de sesión, a ella le pagaron el doble por tratarse de un domingo).
 
Está claro que para muchos de nosotros es la aportación de Clare Torry lo que da vida a The Great Gig in the Sky por lo que resulta increíble que nunca se reconociera su autoría y aún más increíble que ella tardara 31 años en emprender acciones legales contra la discográfica EMI y Pink Floyd. Quizá, como ella comentó en alguna ocasión, no fuera buena idea para una joven cantante empezar su carrera demandando a los grupos para los que trabajaba. Pero lo cierto es que en 2005 los juzgados le dieron la razón por lo que desde entonces podemos ver, por fin, en las nuevas copias del disco las palabras Wright/Torry junto al nombre de la canción. Tampoco sería justo dar la impresión de que todo fue una historia de enemistad con Pink Floyd. En los años siguientes entabló cierta amistad con Roger Waters llegando incluso a colaborar en su disco Radio Kaos y en 1990 se unió a la banda (por entonces ya sin Roger) para actuar en el festival de Knebworth. Es aún más sorprendente que Richard Wright y Clare Torry volvieran a encontrarse en los 90 para regrabar la canción y usarla para el spot publicitario de un analgésico, aquella vez la canción si que reportó suculentos dividendos por igual a ambos.
 
Ernesto Ruiz.
 


domingo, 5 de mayo de 2013

William Walton - Ricardo III



En Agosto del 2.012 aparecía en unas excavaciones de un aparcamiento de Leicester un esqueleto, confirmándose en el mes de Febrero del presente año, tras arduos estudios de carbono 14 y de ADN, que se trataba de Ricardo III, el último rey inglés en fallecer en un campo de batalla, concretamente en la de los campos de Bosworth, a las afueras de Leicester, hecho que ponía fin a la dinastia de los Plantagenet y prácticamente a la guerra de las dos rosas.

La imagen que de Ricardo III se tenía (la de un rey cruel y sin escrúpulos, jorobado y deforme, capaz de asesinar a sus sobrinos con tal de afianzarse en el poder), nos ha llegado a través de Tomás Moro y especialmente a través del drama Richard III de Shakespeare... por ello la presencia de una severa escoliasis en el esqueleto de Leicester, parece corroborar que esta imagen deforme no se debía única y exclusivamente a la imaginación del genio de Stratford-upon-Avon.

Basada en el texto Shakesperiano, Laurence Oliver, dirigió e interpretó en 1.955 la adaptación cinematográfica del texto dramático de William Shakespeare, mientras William Walton, (como ya hiciera anteriormente con Henry V) se encargaba de construir su suntuosa banda sonora, de la cuál vamos a tratar en este artículo. La versión del presente disco que de esta obra realiza Sir Neville Marriner para el sello británico Chandos es un arreglo para suite orquestal realizada por Chistopher Palmer, suite que permite por tanto la audición de la obra en las salas de conciertos.
La orquesta que dirige Sir Neville Marriner es la Academy of St. Martin in the Fields, orquesta de cámara que él mismo fundó en 1.956. Sir John Gielgud, insigne actor británico, se encarga en el presente disco de la narración, y como anécdota valga decir que en la película de 1.955, Gielgud realizaba el papel del Duque de Clarence.

La suite consta de 10 números, a través de los cuales vamos asistiendo al ascenso y hundimiento de éste pérfido pero carismático personaje; por supuesto el número final no es otro que la muerte de Ricardo III en la comentada batalla de Bosworth. La música de Walton es suntuosa, dramática cuando la situación lo requiere, muy rimbombante y teatral si queremos, pero no podemos obviar que el asunto así lo requiere... hay ecos en estilo neo Tudor, y cierto aire añejo que nos indican la querencia de Walton por la música de la vieja Inglaterra, en definitiva este volver a los viejos conceptos de la música renacentista, barroca o clásica, es algo que durante las primeras décadas del siglo XX vino a llamarse Neoclasicismo, una especie de islote para los compositores que aún se mantenían alejados del atonalismo y la vanguardia.

Quizás para los oidos acostumbrados a escuchar música renacentista "original" la audición de este disco les pueda parecer artificiosa y antinatural, no lo discuto, pero en mi opinión Walton no pretende realizar una recreación rigurosa sino más bien una "adaptación libre para nuestro tiempo" de una música que en su momento estaba muy ligada a la exaltación de la nobleza y de la iglesia...así pues la música de Walton "democratiza" el espíritu del música primigenia, la dota de humanidad y de individualismo...algunos lo llamarán pastiche, yo prefiero llamarlo libertad.

El disco se cierra con otros dos arreglos de Christopher Palmer sobre música de Wiliam Walton: la fanfarria y la marcha de Macbeth y Major Barbara.

Para más información:

Enlace en Amazon:
http://www.amazon.com/Walton-Richard-III-William-composer/dp/B000SKO800/ref=sr_1_14?ie=UTF8&qid=1367705657&sr=8-14&keywords=william+walton+richard+III

Enlace en Rateyourmusic:
http://rateyourmusic.com/release/album/william_walton/richard_iii__academy_of_st_martin_in_the_fields_sir_neville_marriner_/

Por Prokofiev